Diez años
después de los acuerdos de Barcelona, el flanco sur continúa
siendo el mas abandonado
El Mediterráneo
sigue siendo un lugar de encuentro y de paso, de conflictos y de comercio,
pero da la impresión de ser el pariente pobre de Europa. Todos
los activos y los pasivos de las relaciones de desigualdad, de dominación
y de oposición entre el Sur y el Norte, se concentran allí.
Zona de fractura - política, comercial, cultural, económica,
social, demográfica - no solo entre países costeros del
sur y del norte, sino y aún más profundamente en el seno
del Sur donde la profundidad geopolítica se extiende hasta el
Africa subsahariana, se amplia al Este hasta Turquía y sufre
el desafío del oeste asiático. De todas estas regiones
la Mediterránea recibe presiones humanas de pedidos de immigración
, empujes de refugiados. Y en el Norte como eco de la ampliación
de este juego migratorio, el espacio de acogida se sigue extendiendo
a nuevos países: España. Italia, Portugal, Grecia.
Frente a este
desafío, Europa se ha reugiado durante estos últimos veinte
años en una actitud negativa y de rechazo que solo puede explicar
la ausencia de un proyecto de conjunto estratégico para su flanco
sur. La construcción europea ha constituido un verdadero viraje
histórico. Fue dirigida hacia el Norte de Europa, luego hacia
el Sur europeo después hacia el gran Este --la ampliación
a los países del PECO (Países europeos comunistas) de
europa central y oriental--, pero olvidando por no decir en detrimento,
de los países de la costa sur del Mediterráneo. La frontera
fue trazada de entrada: delimitando cuidadosamente los países
del Sur mediterráneo, incluyendo Turquía, con "Europa".
La construcción europea, en los hechos, ha ampliado considerablemente
estos límites. Los ha vuelto dramáticos en lo relativo
a las poblaciones de las dos costas. La ausencia de libre circulación,
las grandes dificultades en el establecimiento de relaciones comerciales
ventajosas para los dos márgenes, la sospecha, la situación
bélica larvada, la permanente acusación a los inmigrantes,
han vuelto a esta frontera en inquietante para la opinión pública
europea. Los europeos debieron tener buenas razones para no abandonar
a esta región, los viejos lazos históricos vinculados
a la colonización que ejercieron en estos países con evidentes
intereses económicos, y sin embargo en los hechos sólo
se preocupan por los conflictos en Medio Oriente, por el acrecentamiento
del integrismo religioso (que denota un desafiante desinterés
por el mundo) o aún más por los flujos migratorios "clandestinos".
Hasta la conferencia
de Barcelona de 1995 las relaciones fuero más bien de indiferencia
que de vecindad. A partir de esa fecha se estableció una política
estrictamente comercial, que a través de transferencias financieras
y la promesa de participar en una zona de libre comercio con Europa
en 2010, exigía el desmantelamiento de las barreras aduaneras
al Sur y la apertura de los mercados a los productos europeos.
Diez años
después, el balance es sombrío. Las dos principales ventajas
comparativas de los países del Sur frente a Europa, la agricultura
y las potenciales migraciones, no han sido consideradas hasta ahora.
El proyecto de un Banco para el desarrollo del Mediterráneo,
decidido en Valencia en abril de 2003, es apenas aún una idea
vaga. En cuanto a los "Acuerdos de asociación" que
vinculan a estos países con Europa no han producido grandes efectos
y todavía menos en materia de integración en un proyecto
económico común. Por consiguiente, la estrategia de Barcelona
se halla condenada a desaparecer en los próximos tres años
a cambio de una nueva aproximación bautizada como de "gran
vecindad", y en la que Túnez y Marruecos, el Líbano
e Israel, etc. serán asociados a Europa con el mismo carácter
que...Moldavia, Ucrania y Rusia. Marruecos y Turquía pueden continuar
reclamando su "integración" en la Unión Europea.
Sin embargo, el
Mediterráneo rebosa de conflictos que tienen incidencia directa
en la vida de los europeos. La trágica situación a que
ha sido arrojado el pueblo iraquí con la complicidad activa de
ciertas potencias europeas, el deterioro de la relación entre
Israel y Palestina atestiguan la impotencia estratégica de Europa
a pesar de su geopolítica regional. Además lejos de aparecer
como un espacio de paz, Europa sufre, después de diez años
de los hermosos sueños de Barcelona, la actuación criminal
de todos los terrorismos. Hay un lugar sin embargo para seguir diciendo
que el entierro del proceso de Barcelona se hará con gran pompa
en nombre de la política de "gran vecindad", otra manera
de seguir entreteniendo a la galería en una región que
continuará siendo el gran enfermo europeo.
Finalmente, más allá de las implicancias económicas
y humanas que genera esta situación, el requerimiento migratorio
de los países del Sur se volverá cada vez más acuciantes
en las relaciones de las dos riberas. Nada lo detendrá. La existencia
de diásporas de llamada, la cultura por una parte compartida,
la proximidad geográfica, la existencia en el Norte de ofertas
de trabajo legales e ilegales ejercen una considerable atracción
para los pueblos de la costa Sur. Esta presión resulta aún
más fuerte debido a la presión que ejerce el Africa subsahariana
sobre el Mediterráneo.
Los movimientos migratorios africanos se producen primero en el interior
de Africa. Pero se dirigen cada vez más al Norte para dirigirse
a Europa. Existen actualmente en la UE más de cuatro millones
de inmigrantes legales subsaharianos, el de los ilegales es por definición
difícil de estimar. España, Italia y Portugal son para
dichas inmigraciones las principales puertas de acceso. El informe de
la OCDE de 2004 sobre las migraciones internacionales, expresa: "Puede
esperarse un aumento de las migraciones en la medida en que el crecimiento
demográfico del continente sigue siendo sostenido y la diferencia
de ingresos con los países de la OCDE se mantiene en niveles
elevados."
Ante este requerimiento migratorio, la UE no tiene otra estrategia que
construir una inmensa zanja. Quiere transformar a España e Italia,
pero también a Marruecos, Argelia y Libia en zonas tapón
mediante el establecimiento de campos de retención de refugiados
y emigrados. Es esta sin duda una prueba suplementaria sobre la inexistencia
de serias intenciones de establecer relaciones políticas comerciales,
de integración de espacios de influencia económica europea
y las migraciones.
Pero frente
a esta ceguera, tanto los países del sur del Mediterráneo
como los subsaharianos, aunque puedan morir, no tienen la intención
de aceptar que esta entrada les sea impedida.
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