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El mal del Mediterráneo, por Sami Naïr
El Grano de Arena, diciembre de 2005


Diez años después de los acuerdos de Barcelona, el flanco sur continúa siendo el mas abandonado

El Mediterráneo sigue siendo un lugar de encuentro y de paso, de conflictos y de comercio, pero da la impresión de ser el pariente pobre de Europa. Todos los activos y los pasivos de las relaciones de desigualdad, de dominación y de oposición entre el Sur y el Norte, se concentran allí. Zona de fractura - política, comercial, cultural, económica, social, demográfica - no solo entre países costeros del sur y del norte, sino y aún más profundamente en el seno del Sur donde la profundidad geopolítica se extiende hasta el Africa subsahariana, se amplia al Este hasta Turquía y sufre el desafío del oeste asiático. De todas estas regiones la Mediterránea recibe presiones humanas de pedidos de immigración , empujes de refugiados. Y en el Norte como eco de la ampliación de este juego migratorio, el espacio de acogida se sigue extendiendo a nuevos países: España. Italia, Portugal, Grecia.

Frente a este desafío, Europa se ha reugiado durante estos últimos veinte años en una actitud negativa y de rechazo que solo puede explicar la ausencia de un proyecto de conjunto estratégico para su flanco sur. La construcción europea ha constituido un verdadero viraje histórico. Fue dirigida hacia el Norte de Europa, luego hacia el Sur europeo después hacia el gran Este --la ampliación a los países del PECO (Países europeos comunistas) de europa central y oriental--, pero olvidando por no decir en detrimento, de los países de la costa sur del Mediterráneo. La frontera fue trazada de entrada: delimitando cuidadosamente los países del Sur mediterráneo, incluyendo Turquía, con "Europa".

La construcción europea, en los hechos, ha ampliado considerablemente estos límites. Los ha vuelto dramáticos en lo relativo a las poblaciones de las dos costas. La ausencia de libre circulación, las grandes dificultades en el establecimiento de relaciones comerciales ventajosas para los dos márgenes, la sospecha, la situación bélica larvada, la permanente acusación a los inmigrantes, han vuelto a esta frontera en inquietante para la opinión pública europea. Los europeos debieron tener buenas razones para no abandonar a esta región, los viejos lazos históricos vinculados a la colonización que ejercieron en estos países con evidentes intereses económicos, y sin embargo en los hechos sólo se preocupan por los conflictos en Medio Oriente, por el acrecentamiento del integrismo religioso (que denota un desafiante desinterés por el mundo) o aún más por los flujos migratorios "clandestinos".

Hasta la conferencia de Barcelona de 1995 las relaciones fuero más bien de indiferencia que de vecindad. A partir de esa fecha se estableció una política estrictamente comercial, que a través de transferencias financieras y la promesa de participar en una zona de libre comercio con Europa en 2010, exigía el desmantelamiento de las barreras aduaneras al Sur y la apertura de los mercados a los productos europeos.

Diez años después, el balance es sombrío. Las dos principales ventajas comparativas de los países del Sur frente a Europa, la agricultura y las potenciales migraciones, no han sido consideradas hasta ahora. El proyecto de un Banco para el desarrollo del Mediterráneo, decidido en Valencia en abril de 2003, es apenas aún una idea vaga. En cuanto a los "Acuerdos de asociación" que vinculan a estos países con Europa no han producido grandes efectos y todavía menos en materia de integración en un proyecto económico común. Por consiguiente, la estrategia de Barcelona se halla condenada a desaparecer en los próximos tres años a cambio de una nueva aproximación bautizada como de "gran vecindad", y en la que Túnez y Marruecos, el Líbano e Israel, etc. serán asociados a Europa con el mismo carácter que...Moldavia, Ucrania y Rusia. Marruecos y Turquía pueden continuar reclamando su "integración" en la Unión Europea.

Sin embargo, el Mediterráneo rebosa de conflictos que tienen incidencia directa en la vida de los europeos. La trágica situación a que ha sido arrojado el pueblo iraquí con la complicidad activa de ciertas potencias europeas, el deterioro de la relación entre Israel y Palestina atestiguan la impotencia estratégica de Europa a pesar de su geopolítica regional. Además lejos de aparecer como un espacio de paz, Europa sufre, después de diez años de los hermosos sueños de Barcelona, la actuación criminal de todos los terrorismos. Hay un lugar sin embargo para seguir diciendo que el entierro del proceso de Barcelona se hará con gran pompa en nombre de la política de "gran vecindad", otra manera de seguir entreteniendo a la galería en una región que continuará siendo el gran enfermo europeo.

Finalmente, más allá de las implicancias económicas y humanas que genera esta situación, el requerimiento migratorio de los países del Sur se volverá cada vez más acuciantes en las relaciones de las dos riberas. Nada lo detendrá. La existencia de diásporas de llamada, la cultura por una parte compartida, la proximidad geográfica, la existencia en el Norte de ofertas de trabajo legales e ilegales ejercen una considerable atracción para los pueblos de la costa Sur. Esta presión resulta aún más fuerte debido a la presión que ejerce el Africa subsahariana sobre el Mediterráneo.

Los movimientos migratorios africanos se producen primero en el interior de Africa. Pero se dirigen cada vez más al Norte para dirigirse a Europa. Existen actualmente en la UE más de cuatro millones de inmigrantes legales subsaharianos, el de los ilegales es por definición difícil de estimar. España, Italia y Portugal son para dichas inmigraciones las principales puertas de acceso. El informe de la OCDE de 2004 sobre las migraciones internacionales, expresa: "Puede esperarse un aumento de las migraciones en la medida en que el crecimiento demográfico del continente sigue siendo sostenido y la diferencia de ingresos con los países de la OCDE se mantiene en niveles elevados."

Ante este requerimiento migratorio, la UE no tiene otra estrategia que construir una inmensa zanja. Quiere transformar a España e Italia, pero también a Marruecos, Argelia y Libia en zonas tapón mediante el establecimiento de campos de retención de refugiados y emigrados. Es esta sin duda una prueba suplementaria sobre la inexistencia de serias intenciones de establecer relaciones políticas comerciales, de integración de espacios de influencia económica europea y las migraciones.

Pero frente a esta ceguera, tanto los países del sur del Mediterráneo como los subsaharianos, aunque puedan morir, no tienen la intención de aceptar que esta entrada les sea impedida.