Nos
reunimos en el Pentágono el 17 de noviembre porque tememos por nuestras
vidas. Tememos por la vida de nuestro planeta, y la vida de los niños y las niñas, que son nuestro futuro humano.
Hemos venido de luto y con rabia, para desafiar al Pentágono
porque es el lugar de trabajo del poder imperialista que nos amenaza.
Cada día mientras trabajamos, estudiamos, amamos, los coroneles
y los generales que planean nuestra aniquilación entran y salen
tranquilamente por las puertas de sus cinco lados. Para llevar a cabo
sus planes han estado produciendo entre 3 y 6 bombas nucleares al día.
Han acumulado más de 30.000. Han inventado la bomba de neutrones,
que mata a las personas pero deja intactas las propiedades y los edificios
como éste. Han producido el misil MX y su sistema subterráneo
de un billón de dólares que agujereará miles de millas
de nuestros países occidentales y consumirá su recurso más
delicado ---el agua. Están creando una tecnología llamada
Stealth- el arsenal invisible y imperceptible. Ya han destinado 20 millones
de dólares para resucitar el viejo y cruel gas nervioso mortal.
Han proclamado la Directiva 59, que habla de "pequeñas guerras nucleares,
prolongadas pero limitadas." Están hablando de un ataque inicial
("first strike")...
Estamos en las manos de hombres que poseen el poder y la riqueza, y esto
les ha separado de la realidad de la vida diaria y de la imaginación.
Con justa razón estamos asustadas.
Al mismo tiempo nuestras ciudades están arruinadas, en bancarrota, y sufren
la destrucción de la guerra. Han cerrado hospitales. A nuestras escuelas
les faltan libros y maestros. A nuestra juventud afro-americana y latina
les hace falta trabajo decente. Estos jóvenes serán forzados, alistados
para ser carne de cañón del mismo poder imperialista que los oprime. Cualquier
ayuda que la clase pobre recibe es cortada o eliminada para engordar al
Pentágono, que necesita $500.000.000 diarios para cometer sus crímenes.
Este año usarán $157 billones de nuestros impuestos.
Con esta riqueza nuestros científicos han sido corrompidos: más del 40
por ciento de ellos trabajan en laboratorios del gobierno y corporaciones
refinando los métodos para destruir o deformar la vida.
Los terrenos de los indios americanos han sido convertidos en basureros
radioactivos para agrandar los almacenes nucleares. El uranio de Suráfrica,
necesario para las empresas nucleares, enriquece a la minoría blanca y
fomenta el vicioso sistema racista de opresión y guerra.
En el reciente accidente de Arkansas hubo el peligro de que una cabeza
nuclear con el poder de 750 Hiroshimas explotara.
El miedo existente entre la gente es creado por las industrias militares
y es usado como excusa para acelerar la carrera armamentística.
“Nosotros los protegeremos”, nos dicen, pero nunca hemos estado tan en
peligro y tan cerca del fin.
Nosotras las mujeres nos estamos reuniendo porque la vida en el precipicio
es intolerable. Queremos saber qué clase de coraje y de miedo tienen estos
hombres que solamente se puede satisfacer con la destrucción: ¿qué corazón
tan frío y qué ambición mueve sus días?
Queremos saber, porque no deseamos la continuación de esa dominación tan
explotadora y criminal en las relaciones internacionales y tan peligrosa
para mujeres y niños en este país... no queremos que esta enfermedad sea transmitida
por la sociedad violenta de padres a hijos.
¿Qué es lo que nosotras las mujeres
necesitamos en nuestras vidas diarias? ¿Qué es lo que queremos para nosotras
mismas y para nuestras hermanas en naciones nuevas y antiguas colonias,
las que sufren la explotación del blanco y muchas veces la opresión de
sus propios hermanos?
Queremos
suficientes alimentos de buena calidad, trabajos y viviendas decentes,
y comunidades con aire y agua limpia; buenos centros infantiles para nuestros
niños mientras trabajamos. Deseamos salario igual por trabajo de igual
valor.
Queremos un
cuidado médico que respete y entienda nuestros cuerpos. Queremos una educación
para nuestros niños en la que se enseñe la historia verdadera de nuestras
mujeres; que describa la tierra como un hogar que se debe amar y alimentar
a la vez que se cosecha.
Queremos liberarnos
de la violencia en nuestras calles y en nuestras casas. El poder social
penetrante del ideal masculino y la avaricia del pornógrafo se han juntado
para robar nuestra libertad, de modo que nos han quitado vecindarios enteros,
y la vida de la tarde y la noche. Para las mujeres, muchas veces la oscuridad
del camino rural y del callejón de la ciudad ha escondido al violador.
Queremos el retorno de la noche y la luz de la luna, que son especiales
en los ciclos de nuestras vidas, las estrellas y la alegría de las calles
urbanas.
Queremos el
derecho a decidir si tener o no tener niños. No queremos que grupos de
políticos y hombres de medicina nos digan que debemos ser esterilizadas
por el bienestar del país. Sabemos que esta técnica es el método que usa
el racista para controlar poblaciones. Ni queremos que se nos impida un
aborto cuando lo necesitamos. Creemos que esta libertad de escoger debe
de estar al alcance de mujeres pobres, como siempre lo ha estado para
las ricas. Queremos ser libres para amar a quien queramos. Viviremos con
mujeres, o con hombres, o viviremos solas. No permitiremos la opresión
de la lesbiana. Un sexo o una preferencia sexual no debe dominar a otra.
No queremos
ser alistadas en las fuerzas armadas. Ni tampoco queremos que nuestros
hermanos sean alistados. Queremos que tengan los mismo derechos que nosotras
tenemos.
Queremos ver
el final de la patología del racismo en nuestras vidas. No puede haber
paz mientras una raza domina a otra.
Queremos que
el uranio se quede en la tierra y que la tierra sea devuelta a la gente
que la cultiva. Queremos un sistema de energía que sea renovable, que
no saque los recursos de la tierra sin devolverlos. Queremos que estos
sistemas pertenezcan a la gente y a sus comunidades en vez de a las corporaciones,
las que invariablemente convierten sabiduría en armas. Queremos que la
farsa de Átomos para la Paz se acabe, que desmantelen las plantas nucleares,
y dejen de construir plantas nuevas. Ésa es otra guerra contra la gente
y el niño que nacerá en cincuenta años.
Queremos que
la producción acelerada de armas termine. No más bombas ni más invenciones
increíbles para matar.
Entendemos que
todo está conectado. La tierra nos alimenta y finalmente nuestros cuerpos
alimentarán la tierra. Por medio de nosotras, nuestras madres unieron
el pasado humano con el futuro humano.
Con este entendimiento,
este derecho ecológico, nos oponemos a las conexiones monetarias entre
el Pentágono y las corporaciones multinacionales y los bancos a los que
el Pentágono sirve.
Estas conexiones
están hechas de oro y petróleo.
Nosotras estamos
hechas de sangre y hueso, estamos hechas del dulce recurso, agua.
No vamos a permitir
que sigan jugando estos juegos tan violentos. Si hoy estamos aquí un centenar
de mujeres decididas, es seguro que volveremos con miles y cientos de
miles más en los meses y años futuros.
Sabemos que
hay una manera saludable y sensible de vivir y tenemos la intención de
vivir así en nuestros vecindarios y nuestras fincas aquí en los Estados
Unidos y entre nuestras hermanas y hermanos en todas las tierras del mundo.
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