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Mrz 11, 2016

La secuelas de Fukushima, cinco años después de la catástrofe

..."Makiko, la madre de una niña de seis años, se desespera al relatar los problemas de salud que sigue padeciendo su hija en Koriyama, una ciudad 50 kilómetros al sur de la central nuclear de Fukushima."

lunes, 7 de marzo de 2016, por Makiko Segawa
No Queremos Inundarnos: un blog sobre inundaciones y ambiente

"Cuando ocurrió el desastre, no pude abandonar la ciudad. Ahora me preocupan las hemorragias nasales de mi hija. Se le ha diagnosticado un quiste cervical en la garganta. Cuando llora, le duele tanto que no puede respirar bien". Makiko, la madre de una niña de seis años, se desespera al relatar los problemas de salud que sigue padeciendo su hija en Koriyama, una ciudad 50 kilómetros al sur de la central nuclear de Fukushima.

El testimonio de Makiko es tan sólo uno de los muchos que escucha todos los días Naoya Kawakami, un sacerdote de la Iglesia Unida de Cristo de Japón que ha creado una ONG en Koriyama para dar apoyo económico y psicológico a las madres con hijos afectados por la secuelas de la catástrofe nuclear. Cinco años después del tsunami que arrasó la central de Fukushima, Kawakami ha documentado los casos de unos 600 niños que han sufrido y continúan padeciendo los espeluznantes efectos de la radiactividad: cáncer de tiroides, hemorragias nasales, dolores de cabeza, erupciones cutáneas, ojos hundidos, heces negras...

Una mañana del pasado mes de febrero, esta periodista acompañó a Kawakami mientras atendía a un grupo de las llamadasmadres de Fukushima. Una pequeña sala de apenas 10 tatamis, llena de juguetes de madera y un pequeño piano, en la que se oía la voz suave y tranquila del pastor, un hombre de poco más de 40 años. Frente a él había sentadas cinco o seis mujeres de edades comprendidas entre los treinta y pocos y los cuarenta y muchos, a las que se les relajaba la expresión del rostro oyendo lo que les decía Kawakami. Todas ellas parecían petrificadas y tensas: un reflejo natural de cinco años de penurias y sufrimientos.

"Cuando sucedió el accidente, mi hijo formaba parte de una banda de música después del colegio. Sufrió una hemorragia nasal tan terrible que gastó una caja entera de pañuelos de papel. Ahora, cuando se va al colegio andando, le sangra la nariz. Las hemorragias nasales son tan intensas que le he pedido que abandone la banda de música", se lamenta Makiko, madre de una niño de 13 años en Koriyama. "Desde 2012, mi hija mayor empezó a sufrir una extraña enfermedad de la piel, se le vuelve de color rojo y morado. Le duele y le escuece al mismo tiempo. Aparece y desaparece", relata por su parte Yukie, madre de otra niña de seis años.

Cada vez que una de estas mujeres explica la historia de sus hijos, las lágrimas ruedan por sus mejillas. Lágrimas que han sido contenidas y reprimidas durante mucho tiempo, pero que gracias al alivio que les proporciona estar frente al pastor, caen silenciosamente, sin hacer ruido. "Durante el desastre, mi marido no me permitió abandonar la ciudad con mi hija. Ahora mi hija tiene un quiste y yo tengo un quiste y un tumor en la tiroides", cuenta Yuko, madre de una niña de ocho años.

Incidencia elevada de cáncer en niños

Entre todas las ciudades de la prefectura de Fukushima, Koriyama alberga la mayor población de niños con cáncer de tiroides confirmado y de casos sospechosos, según los resultados del primer y segundo estudio oficial de seguimiento de la función tiroidea realizados en 2014 y 2015. Cada año la Universidad Médica de Fukushima estudia la incidencia de cáncer de tiroides en distintos municipios y, a finales del pasado mes de diciembre, se detectaron 16 nuevos casos confirmados en Koriyama, lo cual eleva a 115 la cifra total de niños afectados. Estos enfermos tenían edades comprendidas entre los seis y los 18 años cuando sucedió la catástrofe.

Así lo comunicaron el pasado 15 de febrero la universidad y el propio Gobierno regional de la prefectura de Fukushima, en una conferencia pública convocada por el Comité de Estudio de Salud de la prefectura para presentar los resultados de los últimos análisis. Sin embargo, las autoridades rechazan un vínculo entre el accidente nuclear y la incidencia de cáncer. De hecho, Hokuto Hoshi, presidente del Comité, aseguró tras presentar los datos del informe que "en estos momentos es impensable relacionar la radiación con los casos de cáncer de tiroides".

A la conferencia del pasado 15 de febrero, asistieron unas 60 familias afectadas, pero, una vez más, se sintieron ninguneadas por las autoridades. "Durante la conferencia, a las madres de Fukushima no se nos permitió plantear ni una sola pregunta a los médicos; solamente gozaron de ese derecho los principales medios de comunicación de Japón afines al Gobierno. ¡El Gobierno y los medios japoneses nos ignoran y nos humillan!", exclamó absolutamente indignada tras la conferencia Sachiko Sato, de 64 años, madre de cinco hijos y residente en Fukushima.

Tras el accidente, Sachiko decidió evacuar a sus hijos, a excepción del mayor, de 25 años, a la prefectura de Yamagata, a 160 kilómetros de Fukushima. Hasta el 11 de marzo vivía en una granja orgánica autosuficiente de Kawamata, una zona de montaña a 40 kilómetros. Pero, debido al miedo a la radiactividad, la dejó y ahora dirige una ONG dedicada a personas con minusvalías psíquicas en la misma ciudad.

El desamparo de las madres
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