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La Acción del Pentágono de las Mujeres
"No más invenciones increíbles para la muerte"
17 de noviembre de 1980: 2.000 mujeres rodearon el Pentágono en Washington, D.C.
2.000 mujeres estadounidenses rodearon el edificio del Pentágono, en Washington D.C., en una acción de desobediencia civil diseñada para expresar la indignación de las mujeres por la política militar y armamentística del gobierno de los Estados Unidos.
Las mujeres que participaron en la manifestación crearon una cadena humana alrededor del edificio en un simbólico abrazo que reivindicó la necesidad de proteger la vida y la naturaleza en la tierra ante el peligro de la guerra y la destrucción nuclear.
Declaración de Unidad de la Acción del Pentágono de las Mujeres, noviembre de 1980
Nos reunimos en el Pentágono el 17 de noviembre porque tememos por nuestras vidas. Tememos por la vida de nuestro planeta, y la vida de los niños y las niñas, que son nuestro futuro humano.
Hemos venido de luto y con rabia, para desafiar al Pentágono porque es el lugar de trabajo del poder imperialista que nos amenaza. Cada día mientras trabajamos, estudiamos, amamos, los coroneles y los generales que planean nuestra aniquilación entran y salen tranquilamente por las puertas de sus cinco lados. Para llevar a cabo sus planes han estado produciendo entre 3 y 6 bombas nucleares al día. Han acumulado más de 30.000. Han inventado la bomba de neutrones, que mata a las personas pero deja intactas las propiedades y los edificios como éste. Han producido el misil MX y su sistema subterráneo de un billón de dólares que agujereará miles de millas de nuestros países occidentales y consumirá su recurso más delicado ---el agua. Están creando una tecnología llamada Stealth- el arsenal invisible y imperceptible. Ya han destinado 20 millones de dólares para resucitar el viejo y cruel gas nervioso mortal. Han proclamado la Directiva 59, que habla de "pequeñas guerras nucleares, prolongadas pero limitadas." Están hablando de un ataque inicial ("first strike")...
Estamos en las manos de hombres que poseen el poder y la riqueza, y esto les ha separado de la realidad de la vida diaria y de la imaginación. Con justa razón estamos asustadas.
Al mismo tiempo nuestras ciudades están arruinadas, en bancarrota, y sufren la destrucción de la guerra. Han cerrado hospitales. A nuestras escuelas les faltan libros y maestros. A nuestra juventud afro-americana y latina les hace falta trabajo decente. Estos jóvenes serán forzados, alistados para ser carne de cañón del mismo poder imperialista que los oprime. Cualquier ayuda que la clase pobre recibe es cortada o eliminada para engordar al Pentágono, que necesita $500.000.000 diarios para cometer sus crímenes. Este año usarán $157 billones de nuestros impuestos.
Con esta riqueza nuestros científicos han sido corrompidos: más del 40 por ciento de ellos trabajan en laboratorios del gobierno y corporaciones refinando los métodos para destruir o deformar la vida.
Los terrenos de los indios americanos han sido convertidos en basureros radioactivos para agrandar los almacenes nucleares. El uranio de Suráfrica, necesario para las empresas nucleares, enriquece a la minoría blanca y fomenta el vicioso sistema racista de opresión y guerra.
En el reciente accidente de Arkansas hubo el peligro de que una cabeza nuclear con el poder de 750 Hiroshimas explotara.
El miedo existente entre la gente es creado por las industrias militares y es usado como excusa para acelerar la carrera armamentística. “Nosotros los protegeremos”, nos dicen, pero nunca hemos estado tan en peligro y tan cerca del fin.
Nosotras las mujeres nos estamos reuniendo porque la vida en el precipicio es intolerable. Queremos saber qué clase de coraje y de miedo tienen estos hombres que solamente se puede satisfacer con la destrucción: ¿qué corazón tan frío y qué ambición mueve sus días?
Queremos saber, porque no deseamos la continuación de esa dominación tan explotadora y criminal en las relaciones internacionales y tan peligrosa para mujeres y niños en este país... no queremos que esta enfermedad sea transmitida por la sociedad violenta de padres a hijos.
¿Qué es lo que nosotras las mujeres necesitamos en nuestras vidas diarias? ¿Qué es lo que queremos para nosotras mismas y para nuestras hermanas en naciones nuevas y antiguas colonias, las que sufren la explotación del blanco y muchas veces la opresión de sus propios hermanos?
Queremos suficientes alimentos de buena calidad, trabajos y viviendas decentes, y comunidades con aire y agua limpia; buenos centros infantiles para nuestros niños mientras trabajamos. Deseamos salario igual por trabajo de igual valor.
Queremos un cuidado médico que respete y entienda nuestros cuerpos. Queremos una educación para nuestros niños en la que se enseñe la historia verdadera de nuestras mujeres; que describa la tierra como un hogar que se debe amar y alimentar a la vez que se cosecha.
Queremos liberarnos de la violencia en nuestras calles y en nuestras casas. El poder social penetrante del ideal masculino y la avaricia del pornógrafo se han juntado para robar nuestra libertad, de modo que nos han quitado vecindarios enteros, y la vida de la tarde y la noche. Para las mujeres, muchas veces la oscuridad del camino rural y del callejón de la ciudad ha escondido al violador. Queremos el retorno de la noche y la luz de la luna, que son especiales en los ciclos de nuestras vidas, las estrellas y la alegría de las calles urbanas.
Queremos el derecho a decidir si tener o no tener niños. No queremos que grupos de políticos y hombres de medicina nos digan que debemos ser esterilizadas por el bienestar del país. Sabemos que esta técnica es el método que usa el racista para controlar poblaciones. Ni queremos que se nos impida un aborto cuando lo necesitamos. Creemos que esta libertad de escoger debe de estar al alcance de mujeres pobres, como siempre lo ha estado para las ricas. Queremos ser libres para amar a quien queramos. Viviremos con mujeres, o con hombres, o viviremos solas. No permitiremos la opresión de la lesbiana. Un sexo o una preferencia sexual no debe dominar a otra.
No queremos ser alistadas en las fuerzas armadas. Ni tampoco queremos que nuestros hermanos sean alistados. Queremos que tengan los mismo derechos que nosotras tenemos.
Queremos ver el final de la patología del racismo en nuestras vidas. No puede haber paz mientras una raza domina a otra.
Queremos que el uranio se quede en la tierra y que la tierra sea devuelta a la gente que la cultiva. Queremos un sistema de energía que sea renovable, que no saque los recursos de la tierra sin devolverlos. Queremos que estos sistemas pertenezcan a la gente y a sus comunidades en vez de a las corporaciones, las que invariablemente convierten sabiduría en armas. Queremos que la farsa de Átomos para la Paz se acabe, que desmantelen las plantas nucleares, y dejen de construir plantas nuevas. Ésa es otra guerra contra la gente y el niño que nacerá en cincuenta años.
Queremos que la producción acelerada de armas termine. No más bombas ni más invenciones increíbles para matar.
Entendemos que todo está conectado. La tierra nos alimenta y finalmente nuestros cuerpos alimentarán la tierra. Por medio de nosotras, nuestras madres unieron el pasado humano con el futuro humano.
Con este entendimiento, este derecho ecológico, nos oponemos a las conexiones monetarias entre el Pentágono y las corporaciones multinacionales y los bancos a los que el Pentágono sirve.
Estas conexiones están hechas de oro y petróleo.
Nosotras estamos hechas de sangre y hueso, estamos hechas del dulce recurso, agua.
No vamos a permitir que sigan jugando estos juegos tan violentos. Si hoy estamos aquí un centenar de mujeres decididas, es seguro que volveremos con miles y cientos de miles más en los meses y años futuros.
Sabemos que hay una manera saludable y sensible de vivir y tenemos la intención de vivir así en nuestros vecindarios y nuestras fincas aquí en los Estados Unidos y entre nuestras hermanas y hermanos en todas las tierras del mundo.