Licencia para matar

24 de noviembre del 2004

Ha sido una semana terrible. Al mayor de nuestros gatos le diagnosticaron una disfunción renal, nuestro sótano recién construido se inundó con las primeras lluvias de invierno y Yelena murió apuñalada encima de nuestras cabezas.

No oí los gritos de Yelena como otros vecinos, pero me desperté a las 4.30 de la mañana por los ruidos de la policía, que intentaba tirar abajo mi puerta, buscando su apartamento. Cuando la encontraron ya estaba muerta, sobre un charco de sangre y con marcas de puñaladas en el cuello y en el pecho, dos hijas aterrorizadas (de 7 y 8 años) a su lado, y un novio que afirmaba que la había matado en defensa propia porque ella le había atacado. Qué importa que ella acabara de salir de un centro para mujeres maltratadas y que hubiera interpuesto tres demandas por asalto contra él. Qué importa que ella tuviera 31 años y fuera pequeña y de constitución frágil, y él tuviera 50 y fuera alto y robusto. De algún modo, él tuvo que apuñalarla varias veces para protegerse de ella.

Esta semana conmemoramos el Día Internacional de la No Violencia Contra la Mujer y me gustaría decir algunas palabras sobre la cultura de la violencia que está creciendo a nuestro alrededor, en Israel, en los Estados Unidos, y en todos aquellos lugares donde personas y naciones que son grandes y poderosas creen que pueden resolver sus problemas con un cuchillo o una pistola.

Matar, en todas sus formas - el crimen, el asesinato político, las bombas suicidas y la guerra contra el terrorismo -, no funciona. ¿Porque no? Porque al matar al final se destruye más de lo que se salva. Destruye a la víctima, destruye a las familias de las víctimas y de sus perpetradores, destruye a masas de testigos inocentes, y envía el mensaje de que la violencia es legítima, invitando de esta forma a continuar por ese camino.

Pregunte a los supervivientes palestinos que vivían en el mismo edificio que aquel terrorista que lanzó una bomba de una tonelada en su apartamento, y que tuvieron que contar a los seres queridos que murieron asesinados por esta bomba. Pregunte a los padres israelíes que intentan recomponer pedazos de su vida después de que una bomba suicida destrozara un autobús. Pregunte a aquellos cuyos seres queridos desaparecieron en las Torres Gemelas. O a los niños iraquíes que vivían en Falluja cuando el ejército de los Estados Unidos les hizo una demonstración de cómo se lleva la democracia al mundo.

Todo asesinato es un crimen. Y los asesinatos perpetrados por gobiernos se convierten en un modelo para otros. Tome a Israel como ejemplo, aunque esto podría también ser aplicado a Palestina, o a los Estados Unidos, o a cualquier otro país cuyos líderes practican o condonan la violencia.

En los últimos cuatro años, cuando los palestinos simplemente buscaban la independencia de la ocupación y los líderes israelíes trataban de impedirlo, la violencia creció en espiral en los dos lados. El resultado no ha sido sólo más muertes en la acción política, y más amargura y odio, sino también más violencia sobre la sociedad civil: En los últimos cuatro años en Israel hemos tenido más violaciones, más asesinatos de mujeres por parte de sus compañeros, y más violencia de niños en las escuelas. La superposición entre la "guerra contra el terrorismo" y el incremento de la violencia en las calles, las casas y las escuelas no es coincidencia.

Una cultura de la violencia se filtra en la sociedad cuando sus líderes utilizan la fuerza para resolver sus problemas. Esta cultura de la violencia - dando rienda suelta al uso de la fuerza - no es una invención de la televisión y las películas (que sin duda la han exagerado), sino que empieza a partir del ejemplo personal de aquéllos que nos influyen en nuestros valores y normas: padres, líderes políticos, la nación más poderosa de la tierra. ¿Qué podemos aprender si una superpotencia, con todos los medios imaginables a su disposición, usa la violencia?

Por eso, en un momento como éste, en el que estamos pensando cómo acabar con la violencia contra la mujer, afirmo que ésta no se puede eliminar sin abordar al mismo tiempo el ejemplo que nos da el estado. Cuando el poder y la violencia dominan la estrategia política los gobiernos utilizan una licencia para matar, y esto se difunde poco a poco entre nosotros y en los apartamentos sobre nuestras cabezas.

Gila Svirsky, Coalition of Women for Peace
www.coalitionofwomen.org